lunes, 30 de noviembre de 2009

Divagando...

Señora: Le voy a recordar un tiempo que pasó. Y dice la gente que fue mejor. Usted era entonces una niña, pequeña, delgada. Alguna vez me comentó usted que se escondía de mi. Y desde aquel momento ha ocupado un lugar en mi vida. Cuánto tiempo ha pasado desde entonces! Nos hemos vuelto maduros, con hijos a quienes amamos entrañablemente, desde luego, con preocupaciones casi idénticas, y con los problemas cotidianos que nos hacemos los adultos porque queremos aparentar ser así. En esos tiempos inventaba yo excusas para tratar de verla desde lejos, pues era la única forma que podía hacerlo, por la diferencia de edad entre usted y yo. Hoy, esa diferencia se ha acortado. No en edad, si en tiempo. Logré acercarme a usted, y se reirá de ésto, sin la experiencia que me hubiera gustado poner... para no perder lo que tanto quise, en tan poco tiempo! Pero no fue tiempo perdido. Lo que aprendí a su lado, nadie me lo podrá quitar mientras viva. Los momentos vividos a su lado, señora, son sueños hechos realidad. A nadie amé tanto, a nadie busqué tanto, a nadie deseé tanto en mi vida. A nadie, durante tanto tiempo. Es una realidad que debería usted tenerla presente siempre, y de ser posible, vanagloriarse de ello. ES decir, si se puede, cuéntele a sus amigas de su enamorado. Regordéese con eso, y ríase, si quiere. Con nadie sentí la alegría de compartir un café, o una merienda, hablando de cosas tan sencillas y simples como los comentarios de las notas de sus niños en el colegio, o de sus desventuras diarias en su lugar de trabajo, o de disfrutar de su compañía en el trayecto de acercarla a algún lugar. Con nadie me latió el pecho en las cercanías de un beso como con usted. Con nadie pude apreciar un paisaje como con usted a mi lado. A nadie pude besar tan dulcemente como a usted. A nadie pude decir palabras como las que dije en su presencia. Nadie me hizo temblar como lo hizo usted estando cerca mio. A nadie como a usted, deseé tanto tenerla a mi lado. Con nadie he compartido tan bellos momentos, con nadie he tenido esa comunicación casi telepática. Y con seguridad, puedo afirmar que hubiera sido usted el amor perfecto... Si no fuera porque tengo defectos propios del hombre. O sea, señora, que tanto vamos a decir, si hemos pecado, usted como mujer, imperfecta, y yo como hombre, con más imperfecciones aún. Quise tenerla solo para mí, y fue mi más grande error. Olvidé que usted tiene todo un camino hecho, con sacrificio, con sudor y con lágrimas. Olvidé de cuanto ama usted a su familia, y olvidé, lo más importante, que solo soy ave de paso, y además, que no vuelo hacia rumbo seguro, como usted. En mi soledad desesperada, creí encontrar el nido que perdí alguna vez, y no me fijé en todo el daño que estaba causando. Por ello, aunque nunca lea usted éstas líneas, pido disculpas por ello. No obstante, Creo que amé como nunca antes amé, ni amare nunca más.Por ello es que digo, señora, que todo ésto fue tiempo ganado. Aprendi a amar, a querer. Aprendí a su lado lo que todo hombre debería saber sobr esta rama de la vida. Me duele, sobr todo, el hecho de no haber ganado. Por cosas de las imperfecciones que nos dieron al nacer.Pero, dolido y todo, siempre tengo mis más grandes y buenos deseos para usted, y su querida familia. Y, algo suyo me queda, además de sus recuerdos: Me quedo por siempre con su nombre en los labios. Como son las cosas, verdad? Y es tan dulce, como la miel, señora, su nombre en mi boca!

viernes, 13 de noviembre de 2009

Mi soledad.

Mi soledad tiene un nombre,
y es el tuyo.
Ella va por caminos solitarios y rojos,
de la mano del viento y el tiempo,
y con los ojos,
verdes ojos en lontananza.
y en esa playa, quieta playa de esperanzas,
voy andando aquel camino,
con mi equipaje de fe sobre la espalda,
masticando la hierbabuena de las letras,
las sagradas letras de tu nombre,
voy andando, voy andando.
Por caminos que me llevan a las selvas,
verdes selvas de tus ojos.
Por sendas, rojas sendas
que conducen a tu boca,
dulce miel y roja boca.
Y yendo solo, solo siento
los sabores que me ponen esas letras,
sagradas letras de tu nombre
que van marcando el paso,
lento paso,
con destino cierto: lo incierto.
Y con la mirada puesta,
e impuesta en lontananza,
con mi carga de fe, y solo,
por aquel camino rojo.
Pero con el sabor en la boca
a menta fresca y miel,
dulce miel y hierba buena,
llegaré finalmente
para compartir con aquel árbol,
viejo árbol,que, solitario como yo,
espera, con las ramas llenas de esperanzas,
la magia cotidiana
que existe en tu llegada.