lunes, 29 de diciembre de 2008

Cartas a una mujer casada IV

Señora:
Hoy quisiera expresar mi admiración por todas aquellas congéneres suyas, mal llamadas del "sexo débil". Permítame esbozar una pequeña sonrisa al pensar en ésta mentirilla creada seguramente por algún trastornado mental. Desde pequeño he sido admirador de estos pequeños, bellos, incansables, amables, tiernos, amigables seres que nos rodean y nos hacen a los hombres los más felices del mundo. "Hombres necios que juzgais a la mujer sin razón"...nos dijo sor Juana Inés, y tenía razón. Y me pregunto entonces, y no encuentro la respuesta: ¿como es que esta personita puede engendrar, dar a luz, criar, malcriar, amar, retar, acariciar, besar, abrazar, dar de mamar, acunar, acurrucar al niño, cantar dulces canciones de cuna, alimentar, jugar, educar, limpiar, curar raspaduras, encontrar juguetes perdidos hace varios meses, hacer dormir luego de un baño, y todavía tener fuerzas para lavar las ropas de todos sus niños, cocinar, ponerse linda y recibir al marido con la mejor de las sonrisas? Es un misterio. Me considero hombre con algo de inteligencia, pero ésto no lo puedo responder. Señora: Creo que soy un hombre afortunado. Toda mi vida a sido marcada por mujeres, y estoy por demás orgulloso de ello. y... que bien se siente uno con ellas! El que tiene madre, hermanas, novias, abuelas, esposa, hijas, amigas, puede acreditar mis palabras. Y el que tiene una esposa y sabe lo que ello significa, mucho más, pues todo lo anterior se compila en una sola mujer. Ah! Que gran cosa es la bruja!¡Ella si que nos hechiza! No podemos estar un segundo sin ella. Y que bien huele su comida. Pero mejor se siente el perfume que se puso por la noche, antes de dormir... ¿Diganme... Alguien puede dormir? Y como buscamos sus brazos en el lecho en los días fríos. Y esas lágrimas que nos hacen sentir los mas desgraciados cuando tenemos algo de culpa, y cuando no, también. Quiero amarla, señora. Quiero amarla en esa condición de mujer que es llevada por usted con tanta fuerza, y al mismo tiempo, con tanta elegancia. Quiero amarla a usted en cada minuto que pasa, y encontrar ese cariño que solo usted, con ese espíritu, con ese sabor a fresas frescas en los labios, con esos pechos de paloma, con esas manos que pueden proteger, pero que también acarician, y con esa fortaleza que sola una mujer puede tener. Señora: Déje que la ame, y pueda yo sentir todo, todo,todo. Siempre suyo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Cartas a una mujer casada III

Señora:
tengo sueño. El calor golpea fuerte, y no consigo dormir. Estoy cansado, pero ni ésto hace que cierre los ojos. Son las dos de la mañana de un día sábado, en la semana previa a la navidad. He estado pensando, o soñando en algunas cosas que, si no hubieran pasado lo que el destino ha escrito para ambos, por separado, me hubiera encantado poder hacer con usted. Hay una larga lista, pero voy a tratar de comentar lo que realmente hace sentir más. Cosas sencillas, pero que a mi me llevan a soñar con más fuerza y entusiasmo. Me hubiera gustado caminar con usted, de la mano, descalzos, en una playa desierta. Para poder oir el murmullo de las olas, para experimentar el crujir de la arena al apoyar los pies en ella; En la misma playa, contemplar juntos el alba y el ocaso, tomar una taza de café entre los dos, y contemplarnos en silencio por horas. Me hubiese gustado ver con usted a mi lado una vieja película, de aquellas que arrancan lágrimas con facilidad ( sé que usted tiene el llanto fácil), como Casablanca, o Nuestros años felices. O que tal un largo viaje en automóvil a través de montañas y cerros, y caminos de roja tierra? O tener nuestro propio combate con bolas de nieve... Vaya que suena lindo, verdad? Hay algunas cosas más, como adentrarnos en un bosque de intensos claroscuros, y sentir el diálogo del viento con los árboles, y escuchar las diferentes voces de las aves que habitan allí. También quisiera echarme de espaldas en la hierba fresca, junto a usted, y observar el enjambre de estrellas que cruzan la vía láctea en una noche clara, en el estío. Me hubiese gustado tanto observar los relámpagos y ver caer la lluvia en una tormentosa noche, a su lado! Y despertar juntos en una madrugada y no poder volver a dormir por culpa de un concierto en do mayor de grillos... A veces quisiera que esté usted conmigo en la mañanas, antes de partír rumbo al trabajo, y tomarnos juntos unos matecitos. Quisiera poder abrazarla durante una película de terror, para poder sentirla en el temor, aunque después usted se ría de mi, pues me asusto con facilidad. Hay tantas cosas, como sentir su brazo rodeando mi talle al dormir, o pasarle jabón por la espalda, o darle un beso en la boca, de paso y sin darme cuenta, y que luego me lo reclame. y tantas cosas más, que no me queda otra, sino volver a encontrarla, en ésta misma página, en otra carta que no se como, pero llegará a usted. Suyo, a través del tiempo y la distancia.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Cartas a una mujer casada II

Señora: días pasados, cuando el calor estaba a punto de volvernos locos a todos los habitantes de éste humilde e inagotable país, acostado sobre lo que creí sería lo más fresco, el piso de mi casa, cerré como pude los ojos y me puse a recordar lo bueno y rico en experiencias vividas que fué mi juventud. Aún hoy me siento con bastante fuerzas, pero no sé si puedo llamar a este paso del tiempo "juventud". Más bien... Madurez? Las experiencias acumuladas marcan las diferencias entre una y otra época. Ahora pregunto...¿Amé con mayor intensidad antes, o lo estoy haciendo ahora? Puede un joven de veintitantos años sentir la intensidad del amor de un hombre maduro? No hay un aparato capaz de medir estos sentimientos. Pero sí puedo testificar que aquello fue tal vez novedoso, y por ello el comportamiento. y Lo de ahora? se pregunta usted... Y le contesto: Lo de ahora es sentimiento viejo, curtido, con callos que se llegan a sentir en los días que el tiempo está por convertir en lluvia, que sabe el momento en que llegar con palabras bien pensadas, dichas por el marino que si sabe que su barco puede encallar en cualquier momento. Así como hay estrellas que brillan en el cielo de manera diferente y anuncia cambio de tiempo, así veo los sentimientos de un hombre maduro. El joven se apasiona. El viejo maneja esta pasión. En fin, usted dirá que estoy en lo cierto, o que me estoy convirtiendo en un viejo chocho. Me despido de usted con el amor que se ha ido fortaleciendo con el paso de los años. Suyo, por siempre.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta a una mujer casada.

Señora:
Todo hombre se enamora de diferentes formas a lo largo de su corta vida. Nosotros, los que escribimos cotidianamente, tenemos la posibilidad de trasmitir las sensaciones que vamos acarreando en las diferentes etapas de nuestra vida. Me fijé por primera vez en una mujer a los siete años, en el primer día de preescolar. Precoz, no? Pero ella no lo hizo. Lo que hizo fue sacarme la lengua.La segunda vez duro mucho tiempo. Creo que empezó dos años después, en segundo grado, cuando la conocí. y me duró cerca de quince años aquel enamoramiento. Las pasadas en bicicleta, el espiar en la esquina sin animarse a llegar a la casa, el hacerse amigo del hermano, crear músicas en su nombre, y alguna que otra esquelita con un torpe corazón dibujado, formaron parte de las primeras armas en el dificil arte de conquistar a una dama. Me volví adolescente, y adolescí, valga el juego de palabras, del famoso temblequeo de rodillas al tratar con las del sexo débil. El gusto por la lectura me hizo de temas de conversación y facilidad de palabras con el tiempo. Y fué más fácil. Aprendí a decir cosas que a las femínas les gusta. Aprendí a piropear elegantemente. Y es notable como con el correr de los años, aquello no pasó nunca de moda. Hoy todavía se recibe de buena gana una flor, y se agradece una frase galante dicha en el momento oportuno, o solo el hecho de decir gracias mirando a los ojos...conmueve el corazón de las más duras. Estoy contento de ser como soy, señora. Estoy contento de quererla como la quiero, señora. Sin pedir nada a cambio, y tratando de que se sienta usted bien, aunque a veces tengamos diferencias. Usted quizás nunca me conozca, señora, mas prefiero que sea así. Para tranquilidad suya, mía, y la de su marido.
Hasta la próxima!

Soñadora

Esta letra corresponde a una música que llamaré soñadora. De autor desconocido para mí, era cantada por mi madre para hacernos dormir. ¿Canción de cuna? Todavía me parece oír la bella voz de mamá por las noches.

Por que ha perdido una perla
llora una estrella en el mar
por que el sol no se ha asomado
está triste el pavo real
Por que han pasado las horas
y el barco no regresó
está llorando en la playa
la novia del pescador.

Por todo lo que mas quieras
dime que sí
por tu madrecita buena
dime que sí

Que me vas a querer tanto
dime que sí
que me vas a querer tanto
como yo te quiero a tí.

(Fragmento)