sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta a una mujer casada.

Señora:
Todo hombre se enamora de diferentes formas a lo largo de su corta vida. Nosotros, los que escribimos cotidianamente, tenemos la posibilidad de trasmitir las sensaciones que vamos acarreando en las diferentes etapas de nuestra vida. Me fijé por primera vez en una mujer a los siete años, en el primer día de preescolar. Precoz, no? Pero ella no lo hizo. Lo que hizo fue sacarme la lengua.La segunda vez duro mucho tiempo. Creo que empezó dos años después, en segundo grado, cuando la conocí. y me duró cerca de quince años aquel enamoramiento. Las pasadas en bicicleta, el espiar en la esquina sin animarse a llegar a la casa, el hacerse amigo del hermano, crear músicas en su nombre, y alguna que otra esquelita con un torpe corazón dibujado, formaron parte de las primeras armas en el dificil arte de conquistar a una dama. Me volví adolescente, y adolescí, valga el juego de palabras, del famoso temblequeo de rodillas al tratar con las del sexo débil. El gusto por la lectura me hizo de temas de conversación y facilidad de palabras con el tiempo. Y fué más fácil. Aprendí a decir cosas que a las femínas les gusta. Aprendí a piropear elegantemente. Y es notable como con el correr de los años, aquello no pasó nunca de moda. Hoy todavía se recibe de buena gana una flor, y se agradece una frase galante dicha en el momento oportuno, o solo el hecho de decir gracias mirando a los ojos...conmueve el corazón de las más duras. Estoy contento de ser como soy, señora. Estoy contento de quererla como la quiero, señora. Sin pedir nada a cambio, y tratando de que se sienta usted bien, aunque a veces tengamos diferencias. Usted quizás nunca me conozca, señora, mas prefiero que sea así. Para tranquilidad suya, mía, y la de su marido.
Hasta la próxima!

1 comentario:

Analice Vera dijo...

Sos nomás luego un terrible, no podés ver mujeres!!, te lo digo que soy tu hija, y espero que no pierdas el tiempo porque te quedan pocos pelos... te quiero mucho!!!