domingo, 20 de febrero de 2011

Recuerdos de infancia 2

Otra de recuerdos. Otra de amigos de infancia.
Tenía que hacer trabajos de fisioterapia, y solo quedó la opción de viajar a Buenos Aires(Como extraño Buenos Aires!) a fin de poder realizar aquello. La decisión de que vaya por dos años, y estudiar, y a trabajar por mí cuerpo, le costó una buena dosis de lágrimas a mi madre, y a mi padre, preocupado. Cumplí doce años en aquella ciudad maravillosa,pero totalmente extraña para los ojos de un chico que nunca se alejó dos cuadras de su casa! No recuerdo el momento en que mamá se despidió. Después supe que lloró todo el camino de regreso. Y cuando papá me abrazo, despidiéndose, me preguntó que deseaba como regálo de cumpleaños, mi respuesta no se hizo esperar: ¡Una bicicleta! fueron mis palabras. Y me dejaron solo, en aquella ciudad.Aprendí demasiadas cosas. El tio Niño(asi se le decía, pues su nombre era Jesus María Bergottini) y La tía Chula, me tratarón como uno más de sus hijos. Y ellos eran Jorge, Waldí, y Quique, quien sería amigo de andanzas, y hasta hoy. La rutina de despertarse temprano, para aspirar el aire aún puro de la mañana, y hacer los ejercicios, para seguir con una buena ducha, y el suculento desayuno, y el jugo de naranjas!Y cada día, el viaje en tren, desde Villa Adelina, hasta Retiro. Luego, en tren subterráneo, hasta Diagonal Norte. Las tomadas de pelo con Martín, el encargado del edificio(El era de River, yo, Bostero!)... Y todos los días, luego del beso a Tio Niño, el pedido de llamada a la empresa transportadora, con el objeto de averiguar si todavía ne recibieron la Biciclta que mi padre prometió enviar. Y siempre...la respuesta era negativa. Mis días eran rutina pura, pero jamas dejé de abrir los ojos para sorprenderme, aún con las cosas pequeñas. Todo, todo lo miraba yo con ojos asombrados. Los rascacielos. Me encantaba levantar la cabeza e ir tirándola hacia atrás, para ver hasta donde llegaban. Generalmente, caía sentado! Miles de automóviles de todos los colores, robotizados por los semáforos.Un policía me enseñó a usar el pasaje Obelico Norte, para atravezar la "9 de Julio", Creo que es la avenida más ancha del mundo!, y el gimnasio de Germán Bermúdes, "Mister Chile". Un poco de yoga, otro de calistenia, salto con la cuerda (nunca pude!),un poco de guantes, puchingball, bolsa, y un buen baño! Almuerzo, y de nuevo, a la calle. Rumbo a Corrientes al 2.800. Foniatría y clases de colegio.Una merienda liviana, y a Sarmiento al 8oo, a nadar, por lo menos una hora por día! Supongo que estará aún, aquel insituto de nombre Colmegna. Como es de lógico suponer, terminado el día, estaba acabado, golpeado, y cansado! Eran los días, bellos días de mi vida, como un porteño más! Una tarde, al volver de la natación, tío Niño me dice que deje mis cosas, y pide que vaya a traer hielo de la cocina...Estaba preparándose un trago, y casi terminábamos el día. Lo que recuerdo es que la puerta de la cocina estaba cerrada, totalmente, y siempre, siempre, estuvo entreabierta.Me costó abrirla, pues algún problema tenía la cerradura. Y después, Mito?Resonó la voz del Tio. Cansado como estaba, aquello me enfureció, y le dí un empujón durisimo a la maldita puerta aquella! El impulso me hizo caer de rodillas, y apenas...Pude atajarme para no golpear mi rostro contra... La bicicleta azul y blanca, con timbre, y bolsa de herramientas, con portabultos con resorte, frenos en ambos manillares, una luz de freno que no funcionaba, sino a contraluz, y los sueños gigantescos de un niño lejos de su hogar! Es éste recuerdo que comparto, el más vivído, el más sentido. Y la bicicleta aquella, mi compañera de infancia.

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