lunes, 10 de mayo de 2010

Poema del amor solitario.

Alguna vez, fui dueño de un amor.
Era un amor grande y puro,
a veces doloroso, a veces amargo,
y tantas veces, dulce.
Pero tan hermoso como el que más!
Y era grande, tal vez, infinito.
De aquí a la eternidad, dirán...
Grande y hermoso era mi amor por tí.

Todos los días,
como a una hermosa flor lo regaba.
Y cuidaba de él como se cuida a una rosa frágil,
de encarnados pétalos.
El tiempo se encargó de darle vastas praderas
donde crecer,
y lluvia, y mucho sol.
Y mi amor creció.
Como un árbol extendió sus ramas
como queriéndo abrazar al mundo entero,
como queriéndo mostrar a todos
lo orgulloso que estaba de sentir aquello,
con vanidades ocultas,
con egoismo encendido.

Pero aquel egoismo,y las vanidades,
como también el orgullo vano,
no me permitieron ver
que para que el amor viva,
que para que el amor perdure,
que para que el amor sienta,
no debió haber ni vanidad,
ni egoismo, ni orgullo,
pues fueron quienes llevaron
aquel sentimiento hermoso,
a terrenos de piedras y malas hierbas.

Y olvidé, además,
que no pudo amar solo.
que debo entregar mi amor a otra persona,
como se entrega una rosa hermosa a quén se ama.
Cuando hay amor,
hay que compartirlo.
De nada vale aquel amor solitario.
El viento no crea brisa
si el árbol no tiene las ramas llenas de hojas.
Olvidé que el amor es un juego para dos.

Alguna vez, amé tanto, tanto!
Fuí dueño del amor más grande y hermoso!
Y ese amor tenía ramas, y tenía hojas, y tenía flores.
A veces sabía a hiel, pero casi siempre,
fué dulce como la miel.
Pero fuí solo por el camino,
olvidando, tal vez lo más importante:
Que el amor es un juego,
tan solo un juego para dos.

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